Hay algo paradójico en la gestión de las emociones.
Sé que es una frase muy manida, pero es absolutamente cierta: «A lo que te resistes, persiste».
Y para poder cambiar algo, es imprescindible haberlo aceptado previamente.
Personalmente me costó mucho entender esto. Incluso después de entenderlo, me costó experimentarlo, sentirlo, y dejar que ocurriera.
Y esta paradoja de la aceptación como requisito para el cambio, se puede aplicar a las situaciones de nuestra vida y las relaciones, pero hoy quiero centrarme en las emociones.
Las emociones, cuando nos detenemos a observar lo que realmente son, nos damos cuenta de que son sensaciones corporales, y son pensamientos.
Algunas emociones son agradables, otras aunque desagradables son llevaderas. El problema aparece con las emociones que nos abruman o desbordan, que nos causan un intenso sufrimiento, o nos impulsan a realizar conductas de las que más tarde nos arrepentimos. Es entonces cuando se hace necesaria la gestión emocional, que nos ayuda a poder manejarlas.
Existen diversos caminos y estrategias de gestión de emociones. Una de ellas es la aceptación de las mismas.
Muchas veces, el primer obstáculo que surge cuando una emoción nos abruma, es que queremos que desaparezca, nos da miedo estar sintiendo esa emoción, o no toleramos las sensaciones y pensamientos desagradables que produce.
Es cierto que algunas emociones son dolorosas de sentir, difíciles. Pero cuando añadimos resistencia, entonces añadimos mucho sufrimiento.
Si aprendemos a aceptar lo que hay en nuestro cuerpo y nuestra mente en cada momento, habrá dolor en ocasiones, sí. El dolor es inevitable, forma parte de la vida.
Y te aseguro que cuando te resistes al dolor el sufrimiento se multiplica por 10.
Te dejo un poema de Rumi, muy conocido que habla justamente de acoger a todas las emociones, y te animo a que practiques de forma habitual la aceptación y la apertura a todas tus sensaciones corporales y tus pensamientos.
La casa de los huéspedes
El ser humano es una casa de huéspedes.
Cada mañana un nuevo recién llegado.
Una alegría, una tristeza, una maldad
Cierta conciencia momentánea llega
Como un visitante inesperado.
¡Dales la bienvenida y recíbelos a todos!
Incluso si fueran una muchedumbre de lamentos,
Que vacían tu casa con violencia
Aún así, trata a cada huésped con honor
Puede estar creándote el espacio
Para un nuevo deleite
Al pensamiento oscuro, a la vergüenza, a la malicia,
Recíbelos en la puerta riendo
E invítalos a entrar
Sé agradecido con quien quiera que venga
Porque cada uno ha sido enviado
Como un guía del más allá.
Poema de Rumi, poeta Sufi del siglo XIII
Ojalá nos enseñasen desde muy niños la importancia aceptación y la capacidad de estar con las emociones, sean las que sean. Nos evitaría tanto sufrimiento! El dolor no lo evitaríamos, pues es parte de la vida, pero sí todo lo que nosotros le añadimos con nuestra resistencia y rigidez. Cuánto cuesta aprender a aceptar. Gracias por todo, Bea!
¡Y qué diferencia tan grande hay entre dolor y sufrimiento!
Tienes razón Alicia, ojalá se enseñase a los niños todo esto.
Se consumen muchísimos recursos en enseñar a los niños y niñas matemáticas, inglés, piano… y todo ello es bueno. Pero no es bueno el desequilibrio que hay en la sociedad entre estas enseñanzas y la nula visibilidad que tiene la enseñanza y de la gestión emocional, de saber cómo estar bien con una misma y con los demás.
Un abrazo!!
Escribo mis experiencias en la Aceptación. Soy un «comelibros», profesor jubilado de física, neoteo y buscador de la verdad a mi edad, como siempre lo ha sido.
He leído millares de libros, sin exageración. Y apenas leí algo de Gerardo Schmedling acerca de la aceptación recibí un corrientazo cerebral de alta intensidad: ¡Esto es lo que siempre he buscado!
Empecé a leerlo y aplicarlo a la vez: «Aceptación», «aceptado» decía a cada situación engorrosa.
Y luego empezaron, ¡Vaya asombro! milagritos de todo tipo. A tal punto que la esposa mía estaba impresionada por tantas cosas divinas que están pasando. Ha mejorado todo, todo, todo.
Vea a G. Sch. en Youtube. Es un encontronazo con Dios.
Muchas gracias por compartir su experiencia, me parece una forma fantástica de practicar a diario la aceptación, tomo nota. ¡Un abrazo!